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Venezuela: El fracaso de la Quinta República

Un balance interesante del politólogo Maxwell A. Cameron (UBC) para POLITAI

Publicado: 2014-03-05

El politólogo canadiense Maxwell A. Cameron desarrolla una serie de puntos interesantes sobre la crisis venezolana, el chavismo y la tensión entre democracia y autoritarismo en la región. El texto puede leerse completo en la web de POLITAI, aquí seleccionamos algunos fragmentos:

La pasión y el análisis

¿Por dónde empezar? Sugeriría, quizá contraintuitivamente, que empecemos con nuestras emociones. Las emociones nos señalan cuando estamos experimentando acontecimientos moralmente significativos. ¿Quién puede ver las noticias de Venezuela y no sentir shock, ira, consternación, desprecio, y frustración? Estas son emociones que dirigimos a aquellos cuyas acciones violan nuestro sentido de juego limpio y buena fe. Pero también sentimos emociones positivas: admiración, simpatía, entusiasmo, asombro, y gratitud—todas son dirigidas hacia aquellos cuya conducta nos parece excepcionalmente correcta y justa. 
Pero ahora viene la parte difícil: ¿cómo aprendemos a entender las ideas y acciones de aquellos con los que discrepamos? Toma bastante empatía—la capacidad de ponerse en la perspectiva de otra persona, y ver el mundo a través de sus ojos—para entender lo que el otro lado está pensando y haciendo, pero esto es tanto una parte de la política como entender los motivos propios y los de aquellos de ideas afines. Y cuando uno entra a los mundos mentales de los demás, uno empieza a ver los matices de gris en lo que parecía una foto en blanco y negro—las diferencias dentro de cada lado, y las similitudes entre ellos. 
Desde esta posición uno puede empezar el proceso de análisis, pero ahora con una mayor apreciación por las ambigüedades morales de la política. Cuando escribí sobre Perú en la década de 1990 encontré útil recordar que, así de autocrático y abusivo como el gobierno de Fujimori era, uno entendería poco sobre la política de Perú a menos que uno apreciara que había motivos razonables para apoyarlo. Mi punto no es solo que Fujimori tenía amplio y sostenido respaldo; más importante, su respaldo podría ser justificado—yo nunca acepté las justificaciones, pero las podría comprender—dadas las amenazas que Perú enfrentó en una época de conflicto interno y crisis económica. Tenga esto en cuenta cuando se trata de entender por qué más de la mitad del electorado venezolano votó por Maduro; y tenga en cuenta cuán abusivos pueden ser los gobiernos cuando tienen este tipo de apoyo. 

El fracaso de la "Quinta República"

Lo que estamos atestiguando en Venezuela hoy es una crisis provocada por el fracaso del chavismo para adherirse a los principios consagrados dentro de su propia constitución “bolivariana”—principios, además, inherentes en cualquier constitución. Mi posición simpatiza con el chavismo en la medida en que admiro el espíritu de constitucionalismo que llevó a un esfuerzo por realizar una revolución socialista por medios pacíficos y constitucionales. Pero es crítico en la medida en que la revolución no ha logrado sus fines constitucionales y democráticos. 
Entonces, ¿dónde falló el chavismo? ¿En qué momento se jodió? Casi desde el inicio, diría. Hugo Chávez nunca apreció cabalmente el rol crítico que juega la oposición dentro de cualquier régimen constitucional y democrático: no solo para ofrecer una alternativa electoral viable al gobierno existente, sino también para investigar las acciones de los funcionarios del gobierno, para criticarlos cuando fuere apropiado, y de ese modo para asegurar que aquellos en el poder sean obligados a rendir cuentas en público entre elecciones. La oposición, por su parte, no ha estado nunca enteramente unificada entorno a un consenso sobre si se deba jugar dentro de las reglas de juego constitucionales. Ningún lado reconoce la legitimidad del otro.

¿Democracia? ¿Dictadura? ¿Autoritarismo? 

La democracia de Venezuela es defectuosa. Es plebiscitaria y delegativa. Pero, ¿es autoritaria? Para clasificar un régimen como autoritario no solo basta con mostrar las falencias en los componentes democráticos del régimen, sino también necesitamos comprobar la existencia de características autoritaritarias. La idea del autoritarismo competitivo, aunque útil, necesita más especificación para evitar crear confusión sobre dónde trazar la línea entre democracia y gobierno autoritario. En la voluminosa literatura sobre gobiernos autoritarios, ha habido un denominador común. En regímenes autoritarios una coalición de dirigentes no elegidos gobierna por medio del ejercicio de la coerción. Tales gobiernos no pueden ser sacados por elecciones rutinarias. Pueden ser militares o civiles, o una combinación; pueden también incluir elementos tecnocráticos y corporativistas. Antes de caracterizar a Venezuela como un régimen autoritario, necesitaríamos observar tal coalición. Quizá está ahí bajo la sombra. Vemos colectivos armados, los Rottweilers del régimen; vemos una presencia creciente de un ejército politizado a lo largo de la burocracia; vemos una Boli-burguesía que no quiera perder sus privilegios. ¿Se reunirían estos elementos para prevenir alternancia en el poder? Eso es posible, pero no ha ocurrido todavía. Lo que es claro es que estos grupos no están interesados en permitir a la oposición jugar el rol que es normal en una democracia. 


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