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la lechería peruana. fuente: JNE

“Historia de la corrupción en el Perú”

Una reseña al libro póstumo de Alfonso Quiroz por el historiador Antonio Zapata

Publicado: 2014-01-23

El libro del historiador Alfonso Quiroz sobre la historia de la corrupción es de palpitante actualidad. Solo aparentemente se trata de un tema histórico, porque desarrolla el largo tiempo de un problema que se repite hasta nuestros días: el mal gobierno que se apodera de las arcas nacionales como de un botín para el enriquecimiento de los encargados de custodiarlas. Las noticias de los periódicos del último tiempo en el Perú se parecen demasiados a las informaciones contenidas en el informe de Jorge Juan y Antonio Ulloa al Rey de España. Los gobernantes roban con descaro y lo hacen casi todos; el que sale pobre es un bobo. 

Ante esta lamentable historia, cabe preguntarse si el libro de Quiroz ofrece alguna esperanza. La pregunta que recorre el texto es la posibilidad de acabar con la corrupción y, después de leer el volumen, el lector queda abrumado. Pero, escarbando, se puede hallar la pista positiva. El tono del autor es burlón y crítico, no amargo ni desesperado.


IEP


Funda su esperanza en la existencia de una sólida corriente de pensadores y políticos que han luchado contra la corrupción a lo largo de la historia. Desde los ya mencionados Juan y Ulloa, que informaron al Rey los latrocinios de virreyes y corregidores, hasta los santones de nuestro tiempo, que se comprometen con la lucha anticorrupción. En la historia peruana se constata la presencia de una columna de personalidades que han hecho de la lucha por el buen gobierno una norma de vida. Ahí están González Prada y Gustavo Gutiérrez, para mostrar que somos una República que también ha producido una profunda reflexión sobre la ética y el buen gobierno.

El libro de Quiroz muestra que no solamente somos un país de gentes corruptas, sino también un territorio de personas comprometidas con la honestidad. Entre unos y otros hay un combate irresuelto. Según la interpretación del recordado Alfonso, somos un país en lucha agónica que no ha superado sus tensiones. Pero no una nación abatida, donde todos se dedican a la ilegalidad.

Asimismo, Quiroz ofrece una caracterización de los gobiernos más corruptos. Por oposición, se puede deducir cuáles son los componentes que debería tener un buen gobierno. Así, según Quiroz, todas las dictaduras han sido corruptas. Ello no significa, lamentablemente, que las democracias sean honestas. Pero, sí halla algunas menos corruptas, por ejemplo, las de José Pardo y Guillermo Billinghurst. De tal modo, todas las dictaduras se condenan y algunas pocas democracias se salvan.

¿Por qué? De acuerdo a Quiroz, el alimento de la corrupción es la ausencia de Estado de derecho, lo que constituye la esencia de los autoritarismos. Así, las dictaduras caerían por definición en los regímenes más propensos al robo del erario nacional. La falta de transparencia y la ausencia de marco institucional conspiran en ellas contra el buen gobierno.

Otra característica esencial de los autoritarismos es el control de la prensa. En países como el nuestro, el seguimiento de la conducta de los gobernantes se efectúa desde diversos espacios, uno de los cuales es el ocupado por los medios de comunicación. No son perfectos ni tampoco inmunes a la corrupción, como lo demuestra la triste historia de Montesinos y los dueños de los canales de televisión en la salita de la corrupción. Pero, si los medios son libres, siempre habrá quienes sigan y denuncien los escándalos de corrupción, impidiendo que los gobernantes desfalquen a su regalado gusto.

Otro punto de Quiroz es el clientelismo. Los gobiernos más corruptos son aquellos que usan con mayor intensidad de la dádiva. A los gobiernos que regalan a los pobres les corresponde la colusión con sectores de propietarios. Así, solo los que respeten el marco institucional y traten a los ciudadanos como iguales pueden reducir la corrupción.

Después de su amplia narración histórica, en las reflexiones conceptuales, Quiroz nos ofrece una definición muy precisa de la corrupción. Según su parecer, ella implica dos actores que se coluden. Un mal funcionario que se entiende delictivamente con un mal empresario. No se trata del Estado por separado de la sociedad civil. El problema está en el punto de encuentro. Por lo tanto, para encarar la corrupción es necesario tanto reformar el Estado, como la relación histórica de la clase empresarial con la política. Sin medidas en ambos órdenes no podrá derrotarse a la corrupción. Según Quiroz, esta no se halla en un agente social, sino en la colusión entre lo privado y lo público.

De este modo, queda claro que para el autor no es sencillo terminar con un mal hábito político que viene durando 250 años ininterrumpidos. Pero afirma que sí es posible hacerlo, a costa de emprender una reforma en serio de la República. Ahora que se acerca el bicentenario y el Perú cumple 200 años de vida independiente, es el momento de una seria introspección sobre quiénes somos los peruanos y las peruanas y a dónde queremos llegar. Cuando llegue la hora de ese debate nacional, las ideas de este libro estarán en primera fila.

Fuente: Revista Apuntes N°73. Tomado de IEP.


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