Alberto Vergara es un gran amigo y colega. Por ello, El Comercio me puso en un dilema cuando me invitó a comentar su nuevo libro de artículos sobre política y sociedad en el Perú (Ciudadanos sin república, Editorial Planeta). Señalar que es un libro inteligente y ameno sobre la última década de política peruana probablemente haría a sus lectores desconfiar de mi objetividad. Resaltar mis discrepancias para matizar mi subjetividad tampoco sería justo con un libro con el que guardo grandes coincidencias. Permítanme, más bien, decirles qué hace a este libro atractivo, diferente, e invitarlos a su lectura. Los argumentos los discutimos luego. 

Primero, resulta difícil ubicar al autor en los equipos habituales del debate local, y ello me parece muy refrescante. Las discrepancias y coincidencias de Vergara se reparten en el espectro político e ideológico. En una esfera pública que no suele ofrecer matices ni problematizar certezas, esta posición difícil de encasillar es saludable. Tenemos muchos profetas, sean anticaviares o antimercado, para ser un país con fenómenos tan complejos. Usted encontrará durísimas críticas a la izquierda y su radicalismo intelectual; golpes a empresarios, medios de comunicación y voceros conservadores que pretenden definir qué es permisible en una democracia; y debates con libertarios obsesionados con un supuesto Estado totalizante que es, más bien, famélico e incapaz de enfrentar la desigualdad. La pelea, entonces, es contra distintos dogmatismos que conviven en el país, y hay palo para todos (elogios también, cuando toca).

Segundo, en un país en que se suele analizar la política desde lo local, con pocas referencias externas, el libro ofrece una mirada comparada, cosmopolita, a los procesos peruanos de los últimos años. La debilidad de los partidos, los conflictos sociales, el poder empresarial, el desprestigio de la política, las protestas y la corrupción, no solo se describen desde el espacio doméstico. Hay también un marco más amplio que permite ver tanto lo común como lo excepcional de nuestro caso, enriqueciendo el análisis. Bolivia, Argentina o Estados Unidos están muy presentes en estos textos peruanos. Esta mirada, además, nos invita a cuestionar dogmas que se construyen sin mirar procesos distintos.

Tercero, el libro plantea en su introducción y a través de sus artículos temas esenciales hoy que presenciamos la desaceleración del boom de materias primas. Los artículos se escribieron mientras el Perú crecía. Años de gran cambio social, aunque ciertamente con impactos y costos muy distintos para los peruanos. Pero, por diversas razones que van desde poderosos legados hasta miopías actuales, no hubo similares cambios en aspectos institucionales y de legitimidad política. De allí el polémico título: hoy hay más ciudadanos, pero no más república.

El libro contiene una serie de preguntas incómodas planteadas durante años en los que el optimismo mediático y empresarial campeaba. ¿Qué costos tiene haber olvidado la promesa republicana con la que nació el Perú? ¿Qué hemos hecho para fortalecer al Estado? ¿Qué se ha hecho por la educación? ¿Estamos debatiendo seriamente los límites de la minería como motor del desarrollo? ¿Qué costo han tenido las pataletas empresariales para la posibilidad de desarrollar un sistema político más legítimo? ¿Qué lecciones ha aprendido la izquierda de sus fracasos y arrogancia? ¿Qué hacemos con políticos que apenas sobrevivieron en el cargo en años en que debían construir una mejor sociedad? ¿Cómo será Camelot el día en que caiga su presupuesto?

Testimonio de una década clave en la historia del Perú, pero también una buena guía para hacer el balance del camino transitado. Estos artículos no envejecerán pronto, estoy seguro. Y por ello les recomiendo leerlos.